Por la Lic. María Zysman, Directora de Libres de Bullying.
En varias oportunidades he compartido ideas referidas a los límites y su relación con el bullying. El ya tan remanido tema de “falta de límites” a veces se vacía de contenido, si sólo se lo repite cual disco rayado, sin una bajada a tierra, y termina utilizándose para justificar cualquier rabieta o escena caprichosa de grandes y chicos. Los padres se quejan de que los chicos les pasan por encima, los docentes de que sus alumnos no respetan a nadie y no tienen límites (y sus padres mucho menos); nadie sabe a fin de cuentas qué son esos límites en concreto y por qué son necesarios.
Y aquí es donde llegan las bicicletas. La motivación de escribir este artículo surgió cuando esta tarde vi por una calle muy transitada del barrio de Belgrano, de Buenos Aires, a un padre y su hijo preadolescente andando en bicicleta juntos. Me llamó la atención cómo manejaban sobre la mano izquierda, sin casco, corriendo, frenando abruptamente al límite de los autos, haciendo zigzag y generando un riesgo para ellos y para los demás. El chico llegó primero a la esquina y, al estar el semáforo en rojo, frenó antes de la senda peatonal. Su padre, en cambio, pasó de largo, cruzó la calle en rojo y, desde enfrente le indicó al hijo que lo siguiera. El chico, entonces, cruzó también violando la norma de tránsito y juntos siguieron viaje.
Eso, lejos de provocar un comentario quejoso, me hizo pensar. ¿Qué ocurre con ese chico y la ley? ¿Qué significará un límite para ese padre? Y más allá: ¿Qué se puede esperar de la «Ley Antibullying» recientemente sancionada, si muchos adultos enseñan a sus hijos que las reglas están hechas para ser ignoradas?
El abordaje del acoso escolar compromete siempre al sujeto, la familia y la escuela. Puede haber (y es necesaria) una ley desde el Estado que oriente y encuadre el trabajo docente. Pero el respeto por la ley va más allá. Lo construimos todos los días los adultos con nuestros hijos.
totalmente de acuerdo
mp