La brutal agresión en las escuelas que embrutecen

Por el Lic. Damián A. Melcer, Profesor de Sociología, integrante del equipo Libres de Bullying.

post_damian_agresion_wilde_720La brutal agresión a un alumno de Wilde y su difusión mediática colocó el tema de la violencia dentro de los marcos escolares nuevamente en el centro de la opinión pública.

Resulta que estamos ante un hecho que se viene reiterando donde un grupo de estudiantes golpean a otro a modo de diversión. Sin diferencias sustanciales o visibles a simple vista, los compañeros golpean y así se divierten.

No hay ideales enfrentados, ni intereses diversos que se dirimen violentamente. Pero tampoco hay algo que los unifique. Excepto el aglutinamiento espacial.

Lo sucedido aparece como excusa perfecta para apuntar al desempeño docente. Se escuchan comentarios que interpelan al por qué se encontraban los alumnos sin un docente en el aula, las declaraciones más claras en ese sentido fueron del subsecretario de Educación Bonaerense, Néstor Ribet, quien dijo que la “responsabilidad tiene que ser compartida por los directivos y los docentes…” para insistir luego que son los padres quienes no interpelan a sus hijos en sus casas y que, recién luego, cabría una responsabilidad en el responsable del sistema educativo.

Padres, docentes y directivos como primer eslabón en la cadena de responsabilidades es el común denominador ante los episodios de violencia en los marcos escolares. Pero lo que se deja de lado aquí es lo que subyace en este vínculo. Porque el hostigamiento, el maltrato, la acción violenta no deja de ser un vínculo que encuentran las personas para relacionarse entre sí.

Lo que subyace entonces es la reiteración de estos episodios, lo que nos habla de que no son expresiones singulares sino que manifiestan una degradación del vínculo entre los propios compañeros.

Es aquí donde el sistema educativo entra de lleno en su responsabilidad, una escuela pública que ha visto descender su matrícula en los últimos diez años; condiciones laborales agobiantes para los docentes y por lo tanto también para el aprendizaje; ausencia de garantías de conseguir empleo según el interés demostrado en el aprendizaje. Una escuela que modifica sus planes de estudio eliminando las especialidades para transformarse en generalista; con contenidos mínimos a tal punto que vemos figurar entre los propios objetivos de la Nueva Escuela Secundaria que los estudiantes egresen “…con capacidades, habilidades y conocimientos que les permitan expresarse claramente en forma oral y por escrito…” Es decir, que la escuela media debe enseñar a leer bien y a escribir, bien. Todo esto nos refleja un retroceso civilizatorio.

En conclusión lo que puede observarse es toda una desvalorización del conocimiento que coloca a la escuela en un lugar de aglutinamiento. Desvalorizado el sentido propio de la institución, la escuela aparece como un lugar de expresión de las problemáticas sociales. La violencia en el trato y en el vínculo pone en evidencia que se han degradado los vínculos entre los ciudadanos expresión de malestares varios donde influye la inseguridad laboral, física, emocional; es decir que las relaciones de desigualdad social se han hecho aún más tensas. El objetivo de que la escuela “enseñe a vivir juntos” deja a luz que se han quebrado las relaciones sociales. El episodio de Wilde expresa su lado barbárico.

La agresión de los jóvenes está en ese contexto, un contexto en donde la educación no está pensada para aglutinar las singularidades en un trabajo en común ante un conocimiento que funcione como abarcativo. El docente aparece para funcionar como contenedor social y es interpelado por las problemáticas sociales que ingresan al aula.

La exigencia de una justa norma de disciplina para los agresores pone el foco, equivocadamente, en la necesidad de un empoderamiento del docente y en su incapacidad de llevar adelante su rol de adulto, otra vez el problema social se pretende dirimir en las individualidades. Esta concepción esconde que es el propio régimen educativo, que tiene más de una década, el que ha venido destruyendo la calidad de qué enseñar y el para qué enseñar. Desconoce que esta debacle del contenido del conocimiento conlleva a la pérdida de autoridad del docente.

En la escuela es el conocimiento el factor que unifica a un grupo, las particularidades de cada uno de los individuos que lo integran hacen más dinámico abarcar el concepto que se trabaja. La desvalorización del conocimiento, que es resultado de políticas de estado desde hace décadas, quiebra la posibilidad de unificar a los jóvenes en pos de un objetivo.

Bien mirado, entonces, los primeros responsables son aquellos que han hecho del sistema educativo un régimen de beneficios para unas escuelas en detrimento de la educación pública. La responsabilidad es de aquellos que del sistema educativo han hecho un régimen de adaptación a la crisis en curso sometiendo a los docentes a un cuestionamiento constante.

La educación está reflejando un malestar cultural, evidencia de que nos encontramos en una época de transiciones, tensiones y nuevas posibilidades. A partir de acá nuestro desafío es impulsar un nuevo interés social por la educación.

Ilustración: Georges Schwizgebel, del corto «Chemin faisant», Suiza (2012)

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