MANTENER LOS SUEÑOS

Por María Zysman. Psicopedagoga. Directora de Libres de Bullying.

Como parte de la flexibilización del aislamiento social obligatorio, en la ciudad de Buenos Aires y gran parte del país se habilitaron las salidas recreativas para los niños, exclusivamente durante los fines de semana. Acompañados por sus padres y cerca de casa, los chicos pudieron pasear un rato, luego de más de 60 días de encierro.

Finalmente la tan anhelada salida se hizo posible y, con tapabocas y una lista de recomendaciones, muchas familias volvieron a las calles. Los afortunados de contar con una plaza cerca del hogar pudieron reencontrarse con los árboles y el césped. Algunos chicos corrían y “volaban” con los brazos abiertos, en cualquier dirección, disfrutando del movimiento y del espacio. Otros, más precavidos y temerosos, caminaban despacio y pegaditos a su mamá o papá.

A través de las redes sociales, pregunté a las familias sobre cómo vivieron esta experiencia. En sus respuestas hubo ciertos puntos en común, que nos permiten pensar algunas cuestiones.

Muchos relatan que los chicos redescubrieron su barrio: “vieron otra vez” la puerta de ingreso al edificio, la vereda, el canasto para la basura que está allí hace años, tanto que ya ni lo registraban. “La escalera no es igual” dijo Pedro­, “vi un mundo diferente” contó Martina. Sintieron olores, perfumes, el aire en la cara; escucharon las hojas debajo de sus pies: “pisé hojas crocantes”, expresó Juan.

Si bien tenían los sentidos a flor de piel, en general los chicos entendieron que lo que no se podía hacer era tocar nada en la calle, y para eso valía todo. Algunos juntaban las manitos atrás de la espalda o llevaban osos de peluche, carteras y hasta “una valija en cada mano”.

Lo sensorial y lo motriz estuvieron en primer plano para re-conocer el mundo externo. Con alegría, nervios y entusiasmo los chicos percibieron su espacio nuevamente. Fue un reencuentro y, en ese contexto muchos hasta pidieron pasar por la puerta de la escuela, para verla, dejar cartitas, comprobar que sigue ahí. Otros quisieron acercarse a la casa de sus amigos para saludarse de lejos, pero “de verdad”. Verse “con todo el cuerpo” y emocionarse. Sin tocar, sin abrazar, pero estando con ellos.

El cuidado también estuvo muy presente: “mi hijo controlaba que todos tuvieran bien puesto el tapabocas”, contó una madre. “Yo, sin barbijo no salgo”, dijo un chiquito de 4 años, así como Ana, de 8, insistía en que “miremos la hora para volver a casa”.

Temor al virus, a la policía y al contacto con los otros, también aparecieron en los relatos. Miedos esperables si pensamos en niños que escuchan las noticias como música de fondo desde hace más de dos meses. Temores “que cuidan” y nuestra pregunta de ¿hasta dónde les contamos lo que sucede?

Para muchas preguntas los adultos no tenemos respuesta. No sabemos cuándo ni cómo los chicos regresarán a la escuela “que se toca”, ni a festejar los cumpleaños con todos sus amigos. Lo que sí sabemos es que esto que vivimos es una situación transitoria. Y que mantener las ilusiones y proyectos es vital para todos, más allá de la edad de cada uno. Los chicos necesitan confiar y la confianza se la transmitimos nosotros, sus padres y docentes. Creer en que quien toma las decisiones nos está cuidando y confiar en nuestros propios recursos.

No sabemos, seguramente, cuándo podremos hacer todo lo que deseamos. Pero, mientras tanto, es imprescindible mantener los sueños.

2 Respuestas a “MANTENER LOS SUEÑOS

  1. Hola María, buenas tardes.
    Excelente nota descriptiva de la realidad que les toca vivir a los chicos. En nuestro edificio se dieron situaciones similares.
    Un saludo cordial.

    Enrique Romero

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